Nuestro segundo capítulo de BRINDAR!, tiene a Martín Roig como protagonista. Martin es ambientador, escenógrafo, diseñador de interiores y pianista. Con 22 años de experiencia es el referente cuya visión más cambios ha generado en el mercado de los eventos. Además de trabajar en Argentina, da conferencias y clases viajando por toda Latinoamérica y Estados Unidos.
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Con ustedes, Martín Roig.
Maxi Sardi: ¿Cómo estás Martín? Estamos con Martín Roig, probablemente uno de los ambientadores más requeridos de Buenos Aires, pero eso en medio de una pandemia, ¿en qué se traduce?.
Martín Roig: Y, en que me requieran y no pueda hacer nada, jajaja. Pero hay también muchas otras opciones para expresarse, de trabajar y también de hacer un trabajo interno. Yo soy de los que piensan que toda tragedia también puede ser una oportunidad. Mi equipo y yo estamos haciendo muchas cosas de crecimiento interno y dedicándonos a diseñar elementos que antes nunca teníamos tiempo. Sin embargo, no desconozco que es un momento complicado para mi oficio y para todas las ramas cercanas como la escenografía, el teatro, el cine y las performing arts en general. Es un momento complejo.
MS: En un momento en que la gente no puede salir y se tiene que quedar en casa, ¿se revaloriza el diseño interior? ¿Pudiste hacer algo el año pasado en ese sentido?.
MR: Sí, mucho. Yo tengo un producto que se llama “Express Makeover”, en el que agarro la casa de alguien y en 24 horas o una semana cambio el espacio en el que vivís de manera rápida. Puedo pintar, poner elementos, hacer pequeñas instalaciones eléctricas, comprar adornos, excepto obra húmeda. Pero generalmente, lo que hago es sacar cosas. Todos tendemos a acumular cosas y hacemos como una anestesia visual, que luego no nos damos cuenta que estamos llenos de cosas que nos achican el espacio o que nos terminan cansando. Eso lo estuve haciendo un montón.
MS: Me imagino que esto de “express” también implica ir rápido y tomar decisiones rápidas. ¿Eso te divierte?.
MR: Sí, porque yo tengo ese ejercicio. Yo trabajo haciendo fiestas. Hago Shangri La en 24 horas o en tres días, entonces tengo esa gimnasia del ejercicio rápido decorativo. Además, en general tengo 500 personas en un espacio, por lo que también entiendo muy bien que todo lo que es lindo, aparte tiene que ser funcional, sino sonamos. Vos pensá que cuando entran 400 o 500 tipos a una fiesta es como que entraran 400 o 500 ovejas, están en la misma dirección. ¿Qué quiere decir? Que se mandan. Si vos pusiste mal un sillón, no dejaste vías de circulación, pusiste velas en el piso, patean todo, te corren el sillón, empujan. Yo ya aprendí, con tantos años, de los chinos, que cuando construyen una plaza, dejan que la gente la camine y después hacen los caminos, en base a los lugares por donde deciden circular. Bueno, yo hago un poco eso, aprendí por dónde se mueve la gente en un espacio.
MS: Has hecho eventos gigantes, como el G20. ¿Cuánto tiempo de llevó? ¿Qué pautas te definiste? ¿Qué aprendiste?.
MR: Un montón. El G20, que me permitieran hacer esa comida, fue como que me dieran un Oscar. Finalmente es una mesa para 60 u 80 tipos, pero fue… yo tengo una foto de Trump haciéndome así (gesto de “ok” con el pulgar”), es como muy loco todo. Todas las cuestiones de cada presidente, como por ejemplo el de Turquía que traía su propia botella de agua en su valija y la ponía arriba de la mesa y yo tenía que pedirle que la saque y la pusiera en una mesa de apoyo que le pusimos. O que nadie quería sentarse al lado del árabe que había sido acusado de matar a un periodista. Era muy interesante la experiencia. Los americanos me pidieron una carpa con cortinas para que cuando bajara Trump nadie lo viera. A Putín le cocina un tipo especial. Trabajé con perros debajo de la mesa todo el día, que huelen las flores y demás. Todo el mundo divino, los policías, los de seguridad de los presidentes, nos llevamos bárbaro con todos. Mi hermano Hernán, que es quien se encarga de nuestra logística, a los abrazos con los rusos. Yo trabajé para varios presidentes, pero nunca para todos juntos, entonces siento que tuve el privilegio de jugar un partido medio único.
MS: Has trabajado para celebridades, presidentes o reinas, como Máxima Zorreguieta. Si me lo podés decir, ¿tu clienta o cliente más difícil?... Te puse en aprietos, hagamos al revés. ¿Con quién te gusta más trabajar?.
MR: Estoy pensando. Esa pregunta me dispara algo: ¿Qué es lo que me relaja para trabajar con clientes de semejante porte, con quienes puedo hablar de una manera absolutamente natural?. Quizás es un don, que un poco los descomprimo, pero lo que pasa es que soy cero cholulo. La única persona que me hace temblar los pies es Martha Argerich. Ahí me pongo muy nervioso, porque ella para mí es como si fuera Dios. Es como un mutante que hay en la tierra. Es como Maradona, yo no sé nada de fútbol, pero los que lo conocían dicen que él no jugaba al fútbol, sino que jugaba a otra cosa. Bueno, Martha Argerich hace otra cosa, no toca el piano. Incluso siendo pianista, uno no puede entender qué es lo que hace.
MS: Bueno, vos sos pianista y uno muy bueno, por lo que me refieren. ¿Lo abordas como un momento de ocio o le dedicas una cierta cantidad de horas a la semana?.
MR: Tres horas por día en pandemia, que no es un montón.
MS: Pero, ¿Porque te limpiaba la cabeza o lo necesitabas o por qué?.
MR: Lo que pasa es que no ocupa un lugar de hobby. Es algo que me acompaña desde muy chico. Es algo que está lleno de componentes, desde el deber ser, la frustración, la alegría. Mi relación con el piano es una relación compleja, pero sí, le dedico un montón de tiempo. Si estoy bien con el piano, estoy bien con el mundo. Toqué alguna vez en el CCK y hoy estoy haciendo un ciclo de conciertos llamado “Reencuentro”, que son por fuera del circuito tradicional, en el que tendemos puentes entre los artistas y el público, que es algo que está muy roto también. Por ejemplo, vamos a hacer un concierto en el Ecoparque, en la jaula de los leones… sin los leones, por supuesto… con bailarines y piano de cola. Mi relación con la música es bellísima, pero no tiene nada de hobby.
MS: ¿En esas giras serías capaz de delegar la puesta?.
MR: Sí, totalmente. A mí me encanta delegar. No se puede crecer sin delegar. No se puede hacer nada sin delegar. Me encanta ver florecer a otros. En mi trabajo es imposible ser uno sólo, tenés que tenderle la mano y tirar para arriba de todos los que desean crecer. Obviamente, después están el talento, las condiciones, el deseo de esforzarse, etc. Pero no se puede estar sólo en esto… ni en nada.
MS: En tu casa, que imagino le habrás dedicado más de una mirada durante la pandemia, ¿Qué estilo de representa más? ¿O es un mix?.
MR: Me pasó algo muy loco, porque yo me mudé en la semana del lockdown. O sea, me mudé y me quedé adentro del departamento con las cajas y con el final de obra sin terminar y vino el encierro. No pudo venir más nadie a trabajar ni nada. Y ahí, me quedé… tutoriales de youtube de cómo hacer juntas de piso, me fui a la ferretería y empecé a laburar yo, armé mi casa yo. Mi casa me refleja, es un juguete y un laboratorio, donde no hay reglas y donde experimento constantemente. Es como un nido, me siento como un oso metido en la cueva. No tengo ningún problema ni me deprime estar en mi casa, duermo mil horas porque me quedo tocando el piano hasta las 3 de la mañana y arranco a las 11, tengo los horarios cambiados. Bueno, Martha (Argerich) no duerme, está toda la noche tocando el piano y duerme todo el día.
MS: ¿La has conocido?.
MR: Sí, pero no soy amigo, desafortunadamente.
MS: Y si te dice un día “tocá”, ¿te daría? ¿Podrías?.
MR: Me daría, no sé si podría. Supongo que sí, porque ella tiene el don de relajar al otro, ya sean alumnos o artistas. No es una diva, al menos no una diva de los fifties. O sea, es una diva, llega al concierto en moto, toda despeinada y toca. Es otro tipo de divismo.
MS: Y vos, ¿Tenés cosas de divismo?.
MR: Sí, probablemente las tenga. Yo creo que el divismo actual es la antítesis del cholulismo de tener seguidores. Creo que el divismo actual es ser uno mismo, no quedar bien con nadie por compromiso, ser libre. Eso es lo que yo entiendo como divismo.
MS: Como un rockstar…
MR: Sí, si querés, sí.
MS: Y te sentís uno…
MR: Me gustan más los rockstars que las estrellas de You Tube. Que algunos por lo menos.
MS: ¿Y te sentís identificado con ese rol?.
MR: Me siento reflejado, pero no me siento un rockstar. Me gusta más la vida para adentro que para afuera.
MS: Muchas gracias, Martín.
MR: Muchas gracias a vos.
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