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Foto del escritorVERBO

Viejo Hotel Ostende: un viaje en el tiempo, con la cultura como eje

Conversamos con Roxana Salpeter, quien administra el Viejo Hotel Ostende hace 30 años, continuando el legado de sus padres y manteniendo vigente un faro cultural e histórico de la costa argentina.


El frente del Viejo Hotel Ostende.


El año 1913 comenzó un miércoles. Durante sus 12 meses, se darían algunos eventos que vale la pena remarcar: Nueva York inaugura la Grand Central Terminal, Bulgaria cae derrotada en la Segunda Guerra de los Balcanes, se juega el primer Superclásico entre Boca y River (siendo ganador este último), en Buenos Aires se inaugura la primera red de subterráneos de Iberoamérica y el Hemisferio Sur, se crea la Reserva Federal en Estados Unidos y nace la Escuela Psicológica Conductista. También, fue la antesala de la Primera Guerra Mundial.


El nuevo Ostende Hotel, antes de ser el Viejo.


Pero hay un evento de ese año que, por sobre los demás, nos interesa y nos reúne en estas líneas: la fundación de lo que hoy conocemos como el Viejo Hotel Ostende, ubicado en el balneario homónimo del partido de Pinamar, en la costa bonaerense. Ostende nace como un proyecto de los belgas Fernando Robette y Agustín Poli quienes llegaron en 1908 con el plan de hacer una ciudad gemela a la Ostende de Bélgica. En este contexto, el Hotel Termas, como se llamaba originalmente, se fundaría con el propósito de albergar a unas 500 familias belgas que se alojarían allí. Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial frustraría los planes y cambiaría por siempre el destino del proyecto.


El cartel original del por entonces Ostende Hotel.


“Mi padre, Abraham Salpeter, lo compró recién en 1970, cuando el hotel estaba en muy mal estado", dice Roxana Salpeter, su hija, a cargo del hotel desde hace tres décadas, en una entrevista para La Nación. Los padres de Roxana no tenían vocación hotelera, sino que buscaban un hotel pequeño para regentear en verano y vivir de esos ingresos durante el año, mientras se abocaban a terminar sus estudios de medicina. La adquisición del hotel, sin embargo, sería un antes y un después para la familia y el balneario.


Más que un legado, estar frente al hotel se ha convertido en una elección de vida. Decidí continuar un camino que planteaba y plantea desafíos muy interesantes. El Viejo Hotel Ostende ocupa un lugar central en mi vida, no solo por lo que significa familiarmente, sino porque también me ha enseñado una manera de pararme frente al mundo. Y verlo”, cuenta Roxana.


El comedor del hotel, un viaje a albores del siglo XX.


Sus 57 habitaciones mantienen intacto el ambiente en el que fue fundado el hotel e invita a viajar en el tiempo, hacia momentos en que las cosas eran más sencillas. Sólo algunas habitaciones tienen televisor, ninguna tiene teléfono. Recién este año se decidió poner wifi, a causa de la pandemia. Justamente, cree Roxana, es gracias a este tributo a la historia y la cultura que representa el hotel, que ha albergado a destacadas figuras intelectuales como Antoine de Saint-Exupery, autor de El Principito, y Adolfo Bioy Casares, quien se alojó en varias oportunidades durante la década del 40 y, junto a Silvina Ocampo, escribieron “Los que aman, odian”, inspirados en esa mística que tiene el lugar. Roxana asegura que su magia surge de “lo que significó en la historia de la costa argentina, del concepto de veraneo. Por su ubicación casi poética entre médanos, venciendo el movimiento de la arena. Es sin dudas un lugar con misterios propios al que han llegado y llegan personajes curiosos en busca de experiencias distintas. El entorno acompaña muchísimo. No es una playa super concurrida. Tiene un tempo propio”.


El hotel, en el año de su fundación, entre médanos que hoy ya no están.


El hotel es para personas que buscan un lugar en sí mismo. Personas sensibles, curiosas, interesadas en las artes, la literatura y el cine. O nada de eso, ¿por qué no?. El hotel puede servir para descubrir todo eso. Y también para descansar, compartir espacios y apreciar la naturaleza. Es para personas que se dejen llevar por un concepto que abarca pequeñas experiencias, que a veces parecen austeras, pero que al final son muy enriquecedoras. Es un hotel con escala humana, en el que cada pasajero es un huésped y queremos que se sienta como tal”, agrega Salpeter.


La pileta del Viejo Hotel Ostende.


En otra nota, también de La Nación, Roxana asegura que “pasado, presente y futuro, es el trípode que nos sostiene" y mientras conversamos, se explaya sobre eso. “Del pasado rescatamos y ponemos en valor las raíces, la épica de ese origen. En el Viejo Hotel Ostende sostenemos la historia como algo vivo que nos constituye. Se ve en el edificio, en el mobiliario, en registros fotográficos, en el libro que hicimos al cumplir los 100 años. Recuperamos la historia como parte de nuestro presente. El presente es el día a día, el funcionamiento del hotel, mantener una atmósfera y una cantidad de servicios para recibir a nuestros huéspedes y que sientan que están en el lugar que quieren estar. Ofrecer algo nuevo cada temporada, programar actividades culturales, que este año tuvimos que suspender por la pandemia, sumarnos a proyectos de responsabilidad social, estar atentos y ver en qué lugar podemos dejar nuestro granito de arena. El futuro es todo devenir. Los cientos de proyectos que tenemos para crecer, para actualizarnos, para continuar con el proyecto del hotel pero también de todo lo que lo rodea”.


Roxana Salpeter - Gentileza Tomás Cuesta, La Nación


Finalmente, como Licenciada en Turismo, Salpeter pone a disposición su visión y experiencia, para el diseño de una política pública que tienda a la revalorización turística del espacio. “Pinamar necesita mejorar su conectividad tanto externa como interna: el rol del Viejo Hotel Ostende es el de ser un interlocutor válido a nivel local, custodio del único lugar originario bien conservado, además de ser un polo cultural interesante, que abre espacios a la comunidad. En una política de turismo ideal, Público y Privado deben trabajar en conjunto, pero cada uno en lo que le compete: al Estado le pediría por sobre todo que escuchara las propuestas y necesidades del sector y facilitara los caminos y gestiones para lograr las mejoras”.










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